A muchos pareció no importarles. Otros, por el contrario, estaban muy preocupados. Algunos incluso lloraban, imaginando quizás el fin del mundo. Lo cierto que, grande o pequeño, el cambio de horario fue un problema. Principalmente en Año Nuevo. El paso del 2007 al 2008 fue cuanto menos tortuoso. Mientras los oficialistas, seguidores de la Hora K hacían el ya clásico conteo regresivo de diez a cero para brindar, los opositores, fieles a la hora anterior, iban recién por el primer plato, tranquilos porque aun les quedaba una hora más de 2007. A decir verdad, la Hora K pegó más de lo pensado. Estudios preliminares habían predicho una aceptación de no más del 60%, aunque por la cantidad de fuegos artificiales, el acatamiento superó ampliamente esa cifra. Lo curioso fue ver al puñado de opositores, abstraídos del jovial clima Cristinezco, esperar una hora más para desatar sus festejos, mucho menos pomposos y estruendosos, pero festejos al fin. A mi me tocó vivir el suceso en Villa Gesell, en donde se vivió este hecho insólito que les acabo de relatar. No se si en otras latitudes de la República ocurrieron situaciones similares, por lo que espero que el público lector comente sus sensaciones.
Siguiendo con el tema del festejo de fin de año y el año nuevo tuve la oportunidad, por vez primera, de pasarlo lejos de mi familia, de mis padres. Por lo que, cuando caí en cuenta, una pregunta me rondaba la cabeza una y otra vez a medida que se acercaban las 00:00 (Hora K): ¿Tengo que hacer algo? Claro, nunca antes había pasado un año nuevo solo, por lo que no sabía si yo tenía que hacer algo para pasar al año nuevo. De eso siempre se ocupó mi mamá. ¿Tengo que apretar un botón? ¿Decir algo? ¿El año nuevo llego porque sí o yo tengo que abrirle una puerta? En fin, muchas cuestiones, algunas intrascendentes, otras de vital importancia, que pude sortear SOLO.
Chau, felicidades.
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