sábado, 14 de julio de 2007

Humor

"En un mundo despojado de humor, la broma puede ser el rechazo de un universo".

"La broma, el humor, son excepción, liberación, revelación de la farsa, burla de la ley, ensayo de libertad. Por ello, la ley la convierte en crimen".

Carlos Fuentes

martes, 10 de julio de 2007

Nieve

¡Nieve en Buenos Aires! Sí, cuesta creerlo, pero cayó nieve en Capital. Muchos ya le están buscando explicaciones al extraño suceso: _Seguro fue Kirchner, para que nos olvidemos de la bolsa de Miceli y los arreglos de Picolotti_ dijo alguno. Otro le contestó: _Pero no negro, esta nieve es PRO. La hizo Macri papá. Es un fenómeno, convirtió el granizo destructor del año pasado en esta nevada espectacular. ¡Eso es un jefe de Gobierno!_ . Una señora que pasaba por allí también quiso aportar a la discusión: _Para mi, fue por la crisis energética. El Gobierno bajó la calefacción para ahorrar gas y se nos vino la nieve. Oia, miren que lindo ese muñeco de nieve, ¡hasta le hicieron los pelos todos rojos!. _No señora, esa es Viviana Canosa..._
Opiniones al margen, lo cierto es que Buenos Aires amaneció cubierta por un manto blanco y gélido, como hacía mucho no se daba. La gente salió con las cámaras, los celulares, los hijos, el perro, la abuela, el mate, la frazada, incluso hasta alguno se tiró con un puff en la terraza (esto lo vi yo), para disfrutar la experiencia. Unos pocos hasta creyeron que era cocaína, y no nieve, lo que caía del cielo (tal es el caso de Petinatto. ¿Alguien lo vio ayer en Duro de domar? Nunca más Duro que ayer. Ese hombre se aspiró toda la nieve de Parque Rivadavia, como mínimo).
La cuestión es que la gente salió a festejar el Día de la Nieve. ¿Qué ayer era el Día de la Independencia? ¿Y a mi que me importa? Hay nieve, y eso es más importante. Que cancelen el Live Earth, muerte a Shakira y a Cerati. Si este es el precio que hay que pagar por el calentamiento, díganme que puedo hacer para acelerarlo. Hasta mi perro estaba contento con la nieve. Salió conmigo a la terraza a ver como caían los copos, y hasta él, perro negro si los hay, se puso casi blanco, cubierto de nieve, y dijo: _¿Esto no es normal, no?_. _No Simba, es raro que nieve acá. Un momento, también es raro que vos estés hablando. ¿Qué está pasando acá?_. Quizás tenía razón Petinatto, no era nieve, ¡era cocaína!.

lunes, 9 de julio de 2007

Como nada puedo hacer, puteo.

jueves, 5 de julio de 2007

Miguelito

Nota del autor: para mayor comprensión y disfrute del lector, se recomienda leer el siguiente relato con un tono completamente infantil. Es decir, como si lo estuviera contando Socolinsky (RIP).


Miguelito es un típico chico de once años, que vive en el barrio bonaerense de San Fernando. Va al cole, juega al fútbol con sus amigos en la plaza y de vez en cuando sale con Joaquina, su novia. Miguelito es, por sobre todas las cosas, un buen pibe. Incapaz de hacer una maldad, Miguelito soporta una y otra vez las burlas de sus compañeritos de la escuela, pero el jamás se enoja: “Después de todo, son mis amigos”, suele repetir cuando lo molestan. Pero claro, todos sabemos que los chicos pueden ser crueles. “¡Miguelito, parecés un sapito!” y “¡Miguelito, cara de abuelito!”, son las reiteradas bromas que soporta casi a diario. Hasta que un buen día, Miguelito escuchó algo que cambió totalmente su vida. Fue Matute, uno de sus compas del cole, quien le gritó en un recreo: “¡Miguelito, tenés cara de pito!”, y todos los chicos estallaron en una carcajada sin fin ante la ocurrencia del bueno de Matute. Pero claro, Miguelito algún día tenía que cansarse. Y se cansó, por supuesto. Su cara se transformó por completo, desfigurándose en una mueca que le daría miedo hasta al más valiente. Salió disparado hacia la armería más cercana y compró una ametralladora AK-47, dos fusiles FAL, una batería antitanque alemana de la segunda guerra mundial, catorce granadas de mano y un portaaviones, y con eso regresó al colegio. El desastre que provocó Miguelito, opacó totalmente al coreano de la masacre de Virginia y a Junior de Patagones juntos.

miércoles, 4 de julio de 2007

Morocha

Te veo morocha, y veo lo que otros no ven. Lo que algunos dicen que querés ser, o pretendés ser, o parecés ser. Lo que hasta vos misma creés saber, yo lo veo bien, aunque no te conozca como debe ser. Estás a la vista, vivís en mi vida, sueño anhelando que ese beso que no fue, se convierta en realidad. Que al menos viva en mi recuerdo.
Te conozco morocha, aunque hace poco que nos conocemos. Sé quién sos, siento cómo sos. Entre ambos hay un abismo de distancia, eso lo sé muy bien. Me hacés sentir, me hacés temblar, me hacés llorar, me resquebrajo internamente cuando te veo, y vos lo sabés. Esos ojos oscuros empecinados, tratando de mostrar algo que no sos, me miran y me derriten. Vos me mirás, pero yo te veo. Vos me tocás, pero yo te siento. Vos me escuchás, pero yo te comprendo. No tenés la culpa de lo que siento, es verdad, pero a la vez sos la culpable. Sos lo que sos, y eso es lo que yo veo. Lo que sos, y no lo que parecés. Y eso es lo que anhelo. Una armadura de hierro, para una mujer sin techo. No tengas miedo de explotar morocha, que cuando lo hagas vas a ser un infierno (en el buen sentido). Te autolimitás con actitudes impuestas por una sociedad sin vuelo. Pero yo te veo, y es por eso que te espero.
Que lástima que no me veas, al menos como yo te veo.

martes, 3 de julio de 2007

Obsesión?

Cuando uno tiene una obsesión deja de ser coherente. La capacidad de razonamiento disminuye, y es el corazón el que manda. Una fuerza mayor que empuja y empuja hacia un lugar, casi siempre ilógico. Cuando se está a su merced, la obsesión se vuelve cíclica, parece que uno la supera pero, luego de una etapa (efímera) vuelve a aparecer. Esto se potencia aún más cuando el objeto de deseo es un amor. En mi caso, una mujer. Podré pensar, razonar, intentar discutir conmigo mismo si vale la pena o no obcecarse con tal o cual mujer, pero nunca lo podré negar. La obsesión destruye a la negación. En este momento estoy pensando en ella, una vez más, y me digo a mí mismo: no es para vos, no te conviene. Pero aún así, ella aparece fabulosamente en mis pensamientos. Estos sentimientos, que marcan mi comportamiento diario e influencian mi vida, son inmanejables. No hay forma de luchar contra ellos. Digitan actitudes, reacciones, obligan a cuestionarse una y otra vez a uno mismo. Si hay salida o no, depende de cada uno, y de cuán metida está la obsesión en su interior.

El enamoramiento, rey de las obsesiones, es una estrella que alumbra nuestra vida en una noche que parece eterna. Ciegamente, nos obliga a transitar caminos que creíamos incompatibles con nuestro ser pero que, a la vista del amor, relucen ante el andar propio de quien está obsesionado.